Uno pensaría que la lluvia es parte de la vida como la tierra, como el viento, como el calor, como el amor...
Soy un hombre que le gustan los hombres, que pasó parte de su infancia con reproches y que creció sin respuestas. Soy un hombre con culpas y con nociencias de abandonos anunciados. Soy un hombre que desde hace tiempo ha dejado de culpar a los demás por mis actos pero que también ha dejado de asumir toda la responsabilidad porque eso solo lo hacen los Santos y ellos ya tienen su día en el calendario. Soy un hombre que cae en lo convencional, en lo muy convencional y esto lo digo por varias razones:
Soy un hombre de trusas blancas, me gusta sopear mi pan con el café con leche, prefiero andar en bici que en auto porque cuando no es así suelo pelearme con el de a lado, el de adelante y el de atrás; me gusta regarla y pedir perdón.
Y dentro de todas las convencionalidades existen algunas pocas que no creo sean tan así que no escribiré porque tampoco soy un libro abierto; pero existe algo dentro de las convencionalidades y de las que no lo son que estos dos grupos forman parte de las incertidumbres de la vida, porque desde que nacimos estamos expuestos a la incertudumbre magnanima que es la vida, que son las personas, que es el medio ambiente, que es la panacea, que lo es todo pero seguimos creyendo que nosotros siempre tenemos la razón.
Pero ¿qué pasa cuando nos vemos atascados en el lodo que hemos creado cuando comenzó a llover? porque nos movemos tanto que nos seguimos hundiendo porque creemos que podemos salir a flote solos y porque el escenario que hemos creado no merece ser digno de observadores, pero a veces el no tener audiencia es lo mejor que nos puede pasar porque nuestros actos son tan vergonzosos que dicho espectaculo no es nada innovador.
La lluvia llegó y con ella el paisaje no es tan alentador sin embargo siempre llega para limpiar las cosas que no estaban del todo pulcras y aquellas cosas que resultaron frágiles se fueron con el agua porque lo insustancial siempre suele flotar.
Soy un hombre que le gustan los hombres, que pasó parte de su infancia con reproches y que creció sin respuestas. Soy un hombre con culpas y con nociencias de abandonos anunciados. Soy un hombre que desde hace tiempo ha dejado de culpar a los demás por mis actos pero que también ha dejado de asumir toda la responsabilidad porque eso solo lo hacen los Santos y ellos ya tienen su día en el calendario. Soy un hombre que cae en lo convencional, en lo muy convencional y esto lo digo por varias razones:
Soy un hombre de trusas blancas, me gusta sopear mi pan con el café con leche, prefiero andar en bici que en auto porque cuando no es así suelo pelearme con el de a lado, el de adelante y el de atrás; me gusta regarla y pedir perdón.
Y dentro de todas las convencionalidades existen algunas pocas que no creo sean tan así que no escribiré porque tampoco soy un libro abierto; pero existe algo dentro de las convencionalidades y de las que no lo son que estos dos grupos forman parte de las incertidumbres de la vida, porque desde que nacimos estamos expuestos a la incertudumbre magnanima que es la vida, que son las personas, que es el medio ambiente, que es la panacea, que lo es todo pero seguimos creyendo que nosotros siempre tenemos la razón.
Pero ¿qué pasa cuando nos vemos atascados en el lodo que hemos creado cuando comenzó a llover? porque nos movemos tanto que nos seguimos hundiendo porque creemos que podemos salir a flote solos y porque el escenario que hemos creado no merece ser digno de observadores, pero a veces el no tener audiencia es lo mejor que nos puede pasar porque nuestros actos son tan vergonzosos que dicho espectaculo no es nada innovador.
La lluvia llegó y con ella el paisaje no es tan alentador sin embargo siempre llega para limpiar las cosas que no estaban del todo pulcras y aquellas cosas que resultaron frágiles se fueron con el agua porque lo insustancial siempre suele flotar.
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