la R muda...

Siendo honesto, nunca pensé que este momento llegaría y sería palpable...

Desolado y un poco aislado es como han transcurrido estos pocos días en un nuevo lugar. Cuando todo era de dientes para afuera, todo se realizó y ahora estoy medio perdido en un lugar con un par de decenas de millones de habitantes. Eso aunado a una adaptación donde las palmaditas en la espalda (por interpretarse muestras de afecto) están ausentes, lo hacen todo más difícil.

Todo ha cambiado, bueno, casi todo, porque mi código telefónico aún sigue siendo (33); creo que se llama desidia y resistencia mezclada a un repensamiento de las cosas, sobre si me quedo o regreso, donde si mi orgullo es más fuerte que mi voluntad, sea a donde sea que está me guie.

Estoy vulnerable ahora mismo y esto no significa que alguien más puede llegar a dictarme lo que se le antoje y lo haré sin refutar, sino que me siento vulnerable al aceptar mis sentimientos: tristeza, desesperación, enojo et. al...

Son muchos los factores que pueden llegar a ser perturbadores de esta ciudad (nunca se calla, sus habitantes son absortos de su entorno, parece estar sucia todo el tiempo, es poco cordial, etc.) pero creo que recordar los implementos que me hicieron salir de GDL me mantienen en la firmeza de darme la oportunidad, de darle una oportunidad al DF y de trascender en mi vida diaria.

Han transcurrido pocos días, es poco el tiempo que me he dado, el miedo todavía está latente pero he ido aceptando el hecho de que estoy en otro panorama esceneográfico, porque lo único que queda es ver que sucede; si sobrevivo a la temporada invernal, creo que podré hacer más que vivir aquí.

Pero solo hay una cosa que me preocupa no superar y esa es: "la soledad" esa incansable parte terciaría de mi, si la soledad no me trasnforma creo que está ciudad monstruo habrá más que conquistado a este ranchero provinciano...

1 comentarios:

Unknown dijo...

"(...)sobre si me quedo o regreso(...)" Uff. Desde antes ya no quise, pero desde ahí ya no pude dejar de leer.

¿Sabes? Para mí la soledad nunca ha sido mala. Quizá, entre mi mal recuerdo, fue un poco quejumbrosa y eso no me gustaba de ella. No me dejaba vivir en paz, cuando estaba con/en Soledad. Pero ahora me he acostumbrando y, ya sabes, cuando uno se acostumbra, todo es más fácil.

Recuerdo una conversación que escuché alguna vez de entre mis abuelas, una paterna y otra materna, por obviedad, las cuales expresaban:
-Pero es que señora X, yo no sé qué le disgusta de la soledad. A mí me encanta estar sola; cuando mi esposo no está en casa, la paso de lo lindo. Y ahora sin los hijos...
-Sí, pero mire ahí: Usted ha elegido estar sola. Yo no elegí estar sola. Cuando la soledad es una elección, no ha de doler tanto como cuando es una condición.

¡Ay, mis abuelas! Mujeres grandes, te quiero compartir. Y ya por cierto, hablando de recuerdos, también es una de mis favoritas ésa que alude al eterno resplandor que alcanza una mente sin recuerdos.


Buen día.