Such a common bird



Existe en la vida de todo hombre y más en la vida de todo gay, ciertas etapas que no puede saltarse las cuales forman parte de su crecimiento en esta plasta urbana, entre ellas puedo nombrar: besar a alguien y que terminen siendo amigos, acudir al ahora extinto 3 x 25 pesitos del caudillos y hacer la famosa caminata de la vergüenza. Si algo me gusta de GDL es que no sabes a donde te llevará pero donde terminaras, eso es algo de lo que en ocasiones hay que tener ciertas reservas.

La caminata de la vergüenza es aquella que realizas cuando después de una noche ya sea de cualquier índole, terminas durmiendo fuera de tu casa, y al menor percato el primer rayo de sol proveniente del oriente, ilumina tu cara; es ahí donde te das cuenta lo que tendrás que hacer: salir con cautela para no despertar a los demás o simplemente dejarte llevar, pero como es obvio, has dormido fuera de casa, tu ropa se encuentra arrugada, tu cabello presenta rasgos de una almohada ajena a ti y tu olor es indiscutiblemente añejo. Decides dejar el aposento que te dio cabida esa noche y te alejas, dándote cuenta que a cada paso que das, sientes la mirada de los demás como si trajeras un foco rojo a tus espaldas, te sientes sucio, tus sentidos se agudizan y lo más alarmante de todo, hubieras deseado que la noche anterior no acabara.

Si la caminata de la vergüenza algo tiene de particular, es que la persona por la cual realizas este recorrido, valió tanto la pena que te sientes tan extrañamente bien, pero esto se transmuta en una tensión y es cuando la ronda de preguntas sin respuestas comienza: ¿Le pido su teléfono? ¿Me querrá volver a ver? ¿Tratamos el tema o simplemente damos por sentado que hubo inconsistencias? Y es cuando a tus veintraytantos te sientes nuevamente como ese mocoso de 17, el cual pedía permiso a sus padres para salir, quería comerse el mundo y al mundo, y tenía tantas ilusiones impalpables sobre todo y sobre nada.

Es cierto que maduramos con cada día que transcurre, donde no solo uno madura, sino la ciudad del pecado transfigura y he aquí la pregunta: Por más que desayunemos cigarro y whisky, ¿Hemos madurado lo suficiente como para dejar de ser esos mocosos de 17? Y además ¿el “te llamo” maduró y se transformo en “nos escribimos por internet”?

0 comentarios: